«No dejes que el miedo a cometer errores te impida hablar, pero pídele a tu compañero/a de conversación que te corrija».
Kató Lomb
¿A quién no le ha sucedido alguna vez? Queremos practicar conversación, pero, a la vez, no queremos equivocarnos. Nos gustaría poder hablar y comunicarnos a la perfección, sin andar buscando la palabra correcta y sin detenernos a pensar qué es lo que deberíamos decir a continuación. Pero, ¿es necesario buscar la perfección, evitar los errores a toda costa?
Aprender un idioma (o cualquier otra habilidad) requiere de ajustes que van sucediendo de manera continua. Hay algo que no podemos hacer y, con la práctica, eventualmente somos capaces de hacerlo. Vamos ganando habilidad de manera gradual. Y, para eso, necesitamos observar con atención qué es lo que va bien y qué es lo que podemos mejorar.
Nadie es capaz de aprender un idioma sin equivocarse (¡el que esté libre de errores que arroje la primera piedra! 🙃 ). Por eso, antes que buscar el modo de no cometer errores, me parece más saludable buscar el modo de relacionarnos con los errores de forma productiva. Cuando cometemos un error, ¿qué hacemos con eso? ¿Lo dejamos pasar, lo ignoramos, o intentamos tomar nota, analizarlo y aprender de él para no volver a cometerlo?
Los aprendices de idioma más audaces se enfrentan a sus errores con valentía. No tienen miedo de vérselas con ellos. De hecho, los invitan. Les piden a sus compañeros/as de conversación que se los señalen. Porque saben que aprender de los errores es uno de los mejores modos de mejorar.